EL ENFOQUE CUALITATIVO EN LAS POLITICAS EDUCATIVAS*
Bernad CHARLOT
Profesor en la Universidad de París VIII, Francia
El autor describe las perspectivas conceptuales y metodológicas tradicionales vinculadas con el
estudio y análisis de la calidad de la educación. Apunta la preocupación por la tendencia a privilegiar
el empleo de métodos cuantitativos en la investigación sobre la calidad de la educación, así
como el que las estrategias en materia de políticas educativas se definan con base en fundamentos
en los que dominan enfoques experimentales.
La definición de políticas educativas para el mejoramiento de la calidad de la educación no sólo
debe apoyarse en los resultados que son producto de investigaciones en las que predomina la
utilización de metodologías cuantitativas. Si bien las mediciones pueden ser necesarias, a veces
no son suficientes para orientar a los políticos de la educación en la toma de decisiones innovadoras
cuyo propósito sea generar cambios significativos para una educación de calidad.
¿Por qué no buscar nuevos caminos para analizar el problema de la calidad de la educación? Es
necesario completar y ampliar el análisis desde una perspectiva de más apertura que contemple
enfoques cualitativos y que sirva de base para comprender y determinar con mayor pertinencia
las políticas educativas.
THE QUALITATIVE VIEW IN EDUCATIONAL POLITICS. The author describes the conceptual
and traditional methodological perspectives linked with the study and analysis of quality in education.
He stresses the concern for the quantitative methods in research on the quality of education,
as well as the fact that strategies for educational politics are determined based on grounds with
dominant experimental focus.
The definition of educational politics for the improvement of the quality in education, must rest, but
not only, on the results that are the product of research in which the use of quantitative methodologies
is predominant. Measurements, nonetheless, being necessary, are not always enough to
guide the politicians of education in taking innovative decisions with the purpose of generating
significant changes towards a quality education.
Why not look for new ways to study the problem of quality in education? It is necessary to complete
and broaden the analysis from a wider perspective that contemplates qualitative views and
that serves as a basis for understanding and determining with greater pertinence the policy of
education.
* Traducción: Ofelia Escudero-Cabezudt, profesora del Colegio de Pedagogía, Facultad de Filosofía y Letras, UNAM. Revisión:
Ricardo Sánchez Puentes, investigador del Centro de Estudios sobre la Universidad (CESU), UNAM.
Introducción
Ninguna metodología puede por sí misma validar una
investigación: en efecto, ninguna metodología es
científica en sí, por naturaleza. La validez de una
metodología se arraiga en el método que la funda:
problematización, recolección de datos, interpretación,
respuestas a las preguntas iniciales (o reformulación
de esas preguntas). Una buena metodología
es una metodología que permite recoger, de manera
rigurosa, datos pertinentes para responder a un conjunto
de preguntas. Por lo tanto, las metodologías
utilizadas en un campo de investigación están destinadas
a cambiar cuando ese campo gira alrededor
de problemáticas nuevas. Muy a menudo sin embargo,
los instrumentos metodológicos anteriores continúan
dominando, aun cuando problemas radicalmente
nuevos emergen en ese campo. En ese caso, el
"rigor" metodológico, desconectado del rigor metódico,
tiende a rechazar los problemas nuevos y a romper
la dinámica de la renovación problemática. El
análisis de las políticas de educación -las "políticas
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de educación", como se le dice en pocas palabras
para designar a la disciplina misma con el nombre de
su objeto- se encuentra en una encrucijada: asediada
por problemas nuevos, puede o bien regenerarse
desde sus fundamentos, o bien aplicar los procedimientos
tradicionales a esos problemas y con ello
contribuir a eliminarlos.
Tradicionalmente, las políticas de educación están
dominadas por problemáticas y metodologías cuantitativas:
tratan problemas de flujos escolares y de
afectación de medios recurriendo ampliamente a los
instrumentos estadísticos. Por el contrario, hoy se
afirma la voluntad de resolver el problema de la calidad
de la educación.1 Ahora bien, la calidad sigue
siendo un término del todo ambiguo. Por mejoramiento
de la "calidad de la educación" se entiende
muy a menudo, reducción de las tasas de deserción
y de aumento de las tasas de acceso a un nivel escolar
determinado (en Francia, actualmente, el bachillerato).
Dicho de otra manera, la calidad queda definida
por un indicador cuantitativo. Todo pasa como si
el surgimiento de un problema nuevo no hubiese
transformado ni el objeto ni el instrumento de investigación.
El objetivo de esta comunicación consiste en sostener
que un análisis serio de los problemas de calidad
en educación, exige la introducción en las políticas
de educación, de un enfoque cualitativo -es decir, de
problemáticas, objetos de investigación y metodologías
sensiblemente diferentes a aquellas por las
cuales las políticas de educación se han caracterizado
tradicionalmente.
El análisis de las políticas de educación se desarrolló
en los años sesentas y setentas, al mismo tiempo en
los países industrializados y, a través de los organismos
internacionales (la UNESCO principalmente),
en los países del Tercer Mundo (mejor dicho: en los
países de los "Tercer Mundos", puesto que es poco
riguroso ubicar en una misma categoría países tan
diferentes como Brasil y Burkina-Faso). Las decisiones
problemáticas y metodológicas operadas en este
campo (inter) disciplinario de las políticas de educación
están estrechamente ligadas a los problemas
que esos países deben afrontar.
El problema fundamental, sea cual fuere el país en
cuestión, es el del desarrollo económico y social y el
de la contribución que la educación puede aportar a
ese desarrollo. Explícita o implícitamente, las políticas
de educación se arraigan tradicionalmente en la
teoría del «capital humano». Se afirma que la educación
contribuye al desarrollo de un país asegurando,
al conjunto de la población, una mejor formación de
base (generalización de la ensñanza primaria o acceso
a la enseñanza secundaria, según el grado de
desarrollo alcanzado), formando las élites y distribuyendo
los flujos escolares en vías definidas según
las necesidades económicas del país. El objetivo es
claro y ampliamente admitido, incluso por los investigadores
que no se preguntan más sobre el particular:
escolarizar a más jóvenes, administrar los flujos escolares
en función de las necesidades del país. Los
problemas que hay que resolver son los de la organización
del sistema escolar (trámites, duración), la
gestión de los flujos, tener a mano los medios materiales
(locales), humanos (docentes) y pedagógicos
(manuales), y la optimización de la inversión educativa.
Desde ese momento, el investigador de políticas de
educación analiza, claro, los procesos y procedimientos
en materia de políticas de educación, pero actúa
más como demógrafo, como economista, como administrador,
como técnico de la gestión, que como
político -lo que es un poco paradójico en una disciplina
que se define como "política"... Estudia la preparación
de las decisiones (diagnóstico de la situación,
procedimiento de toma de decisión), la puesta en
marcha de esas decisiones (aspectos gestores, administrativos,
jurídicos), la planificación de las medidas,
puestas en marcha (planificación de los medios
y de las etapas), el efecto de esas medidas, evaluadas
con referencia a los objetivos previstos, a los
medios movilizados y a los obstáculos encontrados.
En esas tareas, sus instrumentos son esencialmente
cuantitativos: estudio de los flujos, cálculo de las
tasas de deserción, cálculo de las tasas de escolarización
por sexo, por región, por grupo étnico, extrapolación
en los próximos años de los cambios observados,
etc. También las investigaciones en políticas
de educación implican muchos datos en cifras y en
cuadros. Las mejores investigaciones se fundan en
datos concretos; las más mediocres, al contrario,
manifiestan una confusión completa entre investigación
y reporte administrativo. Fascinados por la instrumentación
metodológica, los estudiantes están
inclinados a confundir investigación y reporte administrativo
que anhelan, precisamente, integrar al aparato
administrativo de su país, gracias a sus trabajos
"de investigación". Así se reproducen indefinidamente,
desde hace más de veinte años, trabajos que
retoman incansablemente "el análisis de las políticas
educativas de mi país desde la independencia" y
que, bajo la cubierta de investigación, no tienen otro
objetivo que el de legitimar la candidatura futura del
estudiante a un puesto en el aparato administrativo
escolar de su país. Sin estar basados en ninguna
problemática verdadera, esos trabajos sólo pueden
fundar su validez en un cierto rigor metodológico: si
usted no tiene nada que decir, dígalo con mucho
rigor... Desconectada de una problemática real, la
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metodología funciona como un instrumento de legitimación
burocrática.
Mis palabras no tienen por fin negar la legitimidad de
los trabajos que tratan sobre la organización del sistema
educativo, sobre los flujos escolares o sobre el
mejoramiento de las estructuras y de los medios.
Tales trabajos son útiles para países con una demografía
galopante, con un analfabetismo persistente,
con alumnos que llegan a ser de 70 a 100 por clase;
y se tornan actuales en Francia, con proyectos como
llevar el 80 por ciento de una generación al bachillerato
y los consiguientes problemas de salones y de
reclutamiento de docentes. Pero con el paso del
tiempo y después de la crisis de la mitad de los años
setentas, hoy se sabe mejor que tales trabajos no
bastan para comprender, y menos aún para determinar,
las políticas educativas de un país, y que deben
inscribirse en un análisis más amplio, abierto a los
enfoques cualitativos. Se sabe que los efectos económicos
y sociales de la inversión educativa no son
ni directos ni automáticos -lo que obliga a interrogarse
sobre los objetivos de esas inversiones, sobre
todo cuando las posibilidades mismas de inversión
quedaron reducidas por la crisis y la austeridad.
Igualmente se sabe que el mismo desarrollo de la
escolarización engendra contradicciones, "efectos
perversos", hoy manifiestos: fracaso masivo de ciertos
grupos escolares, formación de diplomados sin
salida, etcétera. En fin, se sabe que las políticas de
desarrollo deben tomar en cuenta la micro-economía
y las micro-situaciones, y por lo tanto que las políticas
de educación no pueden sentirse satisfechas con
dar explicaciones en términos de flujos, de input y de
output, sino deben abrir la "caja negra" de la institución
y del salón de clase y dar más atención al comportamiento
de los actores.
No es suficiente decir que se debe desplazar la atención
de la cantidad hacia la calidad de la educación.
Son las problemáticas mismas las que deben ser
nuevamente definidas; y con ellas los instrumentos
metodológicos que, de lo contrario, volverían estéril a
la investigación en vez de ser sus auxiliares.
Las políticas de educación, en su versión tradicional,
descansan en efecto en dos postulados, los cuales
hoy deben ser puestos en tela de juicio si se quiere
estudiar seriamente la calidad de la educación.
Primero, el postulado de la oferta. Centrado en los
procesos de toma de decisión, el análisis de las políticas
de educación da prioridad al que decide, instancia
político-institucional que se apoya en servicios
técnicos de nivel nacional, federal, regional o local.
Por ello mismo, las políticas de educación analizan la
oferta de formación más que la demanda. Cierto, los
procedimientos y los análisis se han afinado y han
tornado complejos en el curso de los años setentas,
con el montaje de una planificación participativa.
Pero esta misma participación tiene por objetivo
aportar claridad al que decide y mejorar la eficacia de
su decisión por la implicación de los que están concernidos;
no constituye un descentramiento radical del enfoque,
cuyo eje continúa siendo la oferta de formación
y no la demanda.
El segundo postulado tradicional de las políticas de
educación es el del equilibrio del sistema. La autoridad,
secundada por el experto y el investigador (a
menudo difíciles de distinguir...) se propone racionalizar,
optimizar las decisiones, asegurar la coherencia
y el equilibrio del sistema de formación. Las tensiones
y las contradicciones sociales le aparecen como
obstáculos, como debilidades que superar, raramente
como eventuales puntos de apoyo. Esta modalidad
de pensamiento casi hegemónico en los organismos
internacionales, se apoya sobre conceptos
no-contextualizados y descontextualizantes -en primer
lugar el concepto mismo de "desarrollo".
Estos dos postulados invitan a privilegiar lo que es
eminentemente del orden de la gestión, ocultando los
fines propiamente políticos: quien toma las decisiones
debe administrar la propuesta de formación desde
una perspectiva de equilibrio y de consenso escolar
y social. Lo único importante es saber cómo alcanzar
los objetivos de formación que se creen evidentes
y que no han sido sometidos a discusión. El
"proyecto intención", portador de valores filosóficos o
políticos, está oculto -y peor aún: considerado como
"evidente" y sólo se estudia el "proyecto programático",
traducción estratégica, operatoria, y aquí no
explícita, del proyecto-intención.2 De ahí que las
políticas de educación, paradójicamente, aparecen
como muy apolíticas; como bien lo expresan los anglosajones,
provienen de la policy y no de la politics;
de la gestión de los medios y no de la determinación
de los fines. Los problemas de decisiones sociales,
de las relaciones sociales, de las contradicciones
sociales, el problema de la significación social y del
sentido individual de la educación son desalojados
en provecho de la planificación y de la gestión. La
estadística y la metodología cuantitativa permiten
llevar esta operación a bien: son instrumentos metodológicos
legítimos y apropiados para investigar el
proyecto programático y al mismo tiempo que instrumentos
ideológicos y políticos que ocultan el proyecto
intención detrás del proyecto programático.
Toda investigación sobre la calidad de la educación
debe romper con los postulados tradicionales de las
políticas de educación y, del mismo movimiento, con
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el monopolio de las metodologías cuantitativas vistas
como las únicas legítimas. Sólo se puede abordar el
problema de la calidad de la educación haciendo la
pregunta de las relaciones sociales y de las relaciones
de sentido en el campo de la educación. Este
está estructurado por un conjunto de prácticas educativas,
formativas, culturales, que se movilizan por
diversas instancias sociales que tienen o no una
vocación educativa específica y que mantienen relaciones
de separación, de colaboración, de competencia.
3 El conjunto de esas prácticas y de esas instancias
se inscriben en relaciones sociales, que expresan
en el campo específico de la educación. Esas
relaciones sociales de educación están estructuradas
por la oferta de educación (la de las autoridades)
pero también por la demanda (la de los actores sociales).
La demanda de educación puede aparecer
como específica (transmitir los valores de la comunidad,
hacer alcanzar la plenitud al niño) o como explícitamente
socio-política (preparar a un oficio, formar
al ciudadano), pero siempre se articula sobre el conjunto
de las relaciones sociales, y por lo tanto sobre
demandas que desbordan el campo educativo. Los
actores sociales -fuerzas colectivas o actores individuales-
no son objetos pasivos ni sumisos. Son sujetos
de demandas y de proyectos intención, ponen en
marcha estrategias, incluyendo desvíos de medidas
asumidas por el que decide, actúan y reaccionan en
el campo educativo en función de su relación social
al saber, es decir en función del sentido que presentan
para ellos la educación y la formación.
Volver a introducir así un enfoque por la demanda,
por parte de los actores, y por parte del sentido, es
renunciar al postulado del equilibrio y aceptar pensar
en las contradicciones. Los sistemas escolares, y
más ampliamente los dispositivos de formación, son
el objeto de demandas no solamente múltiples sino
también contradictorias. Esas contradicciones, que
se arraigan en la relaciones sociales, engendran en
el campo de la educación contradicciones institucionales
y pedagógicas específicas, que deben ser analizadas
si se quiere que las políticas de educación
tengan alguna oportunidad de alcanzar sus objetivos.
Tal reorganización del campo problemático de las
políticas de educación implica una renovación metodológica.
El problema del sentido que, "en última
instancia" y por muy engañoso que ese sentido pueda
aparecer en un análisis macro-social, determina el
comportamiento de los individuos frente a la educación,
se vuelve esencial. El del tiempo no es menos
esencial. No el tiempo abstracto de la planificación
de los medios y de las etapas, sino el tiempo social
en el cual las contradicciones intervienen, se exacerban
o se calman, en el cual los fenómenos se invierten
(desvalorización social del diploma por ejemplo),
el tiempo social e individual de la historia de una
sociedad, de un grupo social, de una descendencia
familiar, de una trayectoria personal. Rompiendo con
sus tradiciones, las políticas de educación deben
abrirse a las metodologías que afrontan esos problemas
delicados del sentido y del tiempo:
entrevistas,
narración de prácticas,
historias de vida,
biografías educativas, etcétera.
La ruptura que se propone en las políticas de educación
pone menos cuidado en la emergencia de un
objeto nuevo, la calidad, que en el surgimiento de
problemáticas y enfoques metodológicos nuevos,
cualitativos.
Notas
1. Cf. Michel Rocard, "L'enseignement, un problème
de
1. qualité", en Education-Economie, 4, 1989, y
O.C.D.E., Les écoles et la qualité, 1989.
2. Cf. Jacques Ardoino "Des allant-de-soi pédagogiques
à la conscientisation critique", préface au
livre de Francis Imbert, Pour une praxis pédagogique.
Vigneux, Matrice ed., 1985.
3. Cf. Bernard Charlot, L'ecole en mutation. Payot,
1987.
Bibliografía
CHARLOT, BERNARD
1990. "L' approche qualitative en politiques d'education".
En Les nouvelles formes de la recherche en
education au regard d'une Europe en devenir. Direction:
J. Ardoino et G. Mialaret. Association Francophone
Intrnationale de Recherche Scientifique en
Education. París, MATRICE-ANDSHA, 154-158 p.
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