La lectura silenciosa es un fenómeno reciente. Hasta el año 370
aproximadamente los libros de nuestros antepasados milenarios eran
leídos sólo en voz alta y se escuchaban en compañía. Sin puntos ni
comas, leer era un hecho social y los primeros lectores silenciosos
resultaron sospechosos para las autoridades pues su aventura solitaria
de interpretación y relectura, escapaba al control de quienes mandaban.
Los signos de puntuación aparecieron junto con la lectura silenciosa.
Por ejemplo, unos monjes amanuenses habían ideado un método para ayudar
a los menos capaces que consistía en dividir el texto en líneas con
sentido, una forma primitiva que ayudaba a los lectores menos dotados a
identificar la finalización de un pensamiento. Como vemos los problemas
para comprender lo que se lee han existido desde siempre y también,
afortunadamente, desde siempre ha habido interés por ayudar a los chicos
que tienen dificultades para leer.
Pensemos en lo aburrido y frustrante que resulta para un niño con
dificultades intentar leer sustituyendo sílabas, volviendo hacia atrás,
repitiendo sin comprender el mensaje y por supuesto sin poder
comunicarse con el libro y con lo que el autor quiere contarnos. Leer
así no aporta ninguna diversión y no existe ninguna persona que pueda
soportar mucho tiempo semejante martirio. Entonces ¿qué hacer?
Una forma de acercar a los niños con dificultades al placer de la
lectura es leerles en voz alta. Regalarles nuestro tiempo para que
atentos a lo que escuchan, comprendan que las páginas de un libro no
envuelven un mundo hermético que encierran secretos incomprensibles en
otro idioma. No.
La democracia literaria también consiste en que los libros sean para
todos. Por supuesto no se trata de alivianar la función inexcusable de
las escuelas y bibliotecas en este sentido ni pretendo caer en un
inocente optimismo. Sin embargo, también es necesario que las familias
en general y sobre todo aquellas que tienen algún pequeño con
dificultades asuman este necesario y fatigoso deber. Leerles en voz alta
es el mejor método de promoción de la lectura. Leerles algo bello,
escuchar sus opiniones, rectificar el rumbo todas las veces que haga
falta sin abandonar jamás hasta que por fin, con textos que les
interesen y comprendan, los niños achiquen la distancia que los separa
con la palabra impresa. Un tío, un abuelo, una mamá, un papá, un hermano
mayor que dé su tiempo para compartir el amor por los libros dará sus
frutos inevitablemente. No olvidemos que los niños terminan pareciéndose
a quienes los han amado y usando la mejor herramienta que tenemos para
ese fin, la lectura en voz alta, habremos despertado su interés por
leer, llave del desafío del conocimiento. Mónica E. López
Fuente: Estrategias educativas
Ilustración de Lynne Chapman
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