sábado, 25 de enero de 2014

Esquizofenia:Demonios y Duendes



Art.354
Esquizofrenia: Demonios y Duendes
Capítulo 4  

 Los duendes odian los gritos, las amenazas, los golpes y las mentiras, podemos intentar atraerlos con música tranquila, todo lo contrario que se vivía en casa. Solía a kilómetros de distancia escucharse la música fuerte y estridente que por horas sonaba en el equipo de música . Y  a olvidarse del reloj. Nunca pude saber si eran minutos u horas, si era de día o de noche.
Por eso en mi casa no había duendes, porque el loco gritaba tanto que ellos no aparecían para ayudarme. Los que habitaban en casa eran familiares de sangre, esos que uno daría todo .Y  a un descuido de  la vida se fueron alejando despacio, con la promesa de volver…sin darnos cuenta que jamás volverían a rescatarnos o a salvarnos de semejante odisea.
Los demonios, extraños seres irreconocibles y que jamás vimos pero si los sentimos se encargaron de desalojar la casa para tener libre albedrío y colaborar en aterrorizar a cuanto ser quedara con alguna minúscula parte de razón .Yo era bastante chica pero aun lo recuerdo. Creo que estas cosas nunca se olvidan. Casi forman ya una especie de leyenda, un mal sueño o una pesadilla. Es mas me cuesta dolor escribir estas líneas porque al hacerlo debo obligar a mi memoria recordar. Y eso duele hasta hoy.
 Como dice la obra  de Dante sabía que:
en una selva oscura me encontraba                                           
porque mi ruta había extraviado…”                                              

Si, no sabía ni para dónde ir ,ni volver. Estaba perdida. Los demonios que a medida que las sombras de la noche se acercaban éstos parecían ocupar toda la casa aunque estuvieran dentro de la cabeza de mi hermano solamente, pero que al ser tan insoportables él los exteriorizaba hacia afuera con una agresividad que nos hacía erizar la piel. Y no solamente eso,  la agresividad y la furia eran sus deportes favoritos.
Nos apoderaba el miedo, el terror que bajo síntomas como las palpitaciones, resequedad en la boca no conseguíamos conciliar el sueño ,ni queríamos tampoco hacerlo por miedo que la bestia nos atacara.
Y en esas horas que uno ve todo negro, recordábamos con mi madre un poco de literatura, de cosas que habíamos leído antes, cuando todo era diferente. Me vino a la mente la Divina Comedia donde alguien se pierde en el infierno. Me parecía que yo interpretaba ese papel. Lástima que no tenía a Virgilio para que me guiara por el Infierno. Y mientras nos guarecíamos en algunas de las habitaciones de la casa, nunca dejaba que la locura de la esquizofrenia intentara entrar en mi cerebro, leía  y nunca paraba hasta que el episodio de crisis que le venía a nuestro enfermo amainara un poco. Cuando sucedía eso, cuando el espiral de violencia bajaba, era entonces que una fuerza inexplicable se apoderaba de mi y lograba alcanzar la cocina donde tenía unas pastillas mágicas ,unos remedios que me había dado un médico ,que si lograba dárselas el pobre muchacho comenzaba a humanizarse y lentamente después de muchas horas se dirigía a su dormitorio a dormir. No sé si descansaba, nunca supe si sus sueños eran tranquilos. Sólo se sentía una respiración agitada. Verlo dormir me templaba el alma. Creía que al despertar iba a ser todo diferente. Pero día tras día me daba cuenta que no. Todo era igual. Y ahí surgían mis propios demonios. Pensaba que si me animaba a realizar la estocada final mientras dormía quedaríamos libres de semejante fatalidad. Pero siempre me ganaba la razón y no me animaba a darle el fin como en las películas.
Y al leer lo párrafos de la novela me identificaba con algunas estrofas…

“…¡Cuán dura cosa es decir cuál era
esta salvaje selva, áspera y fuerte
que me vuelve el temor al pensamiento!  …”                      



“… Entonces se calmó aquel miedo un poco,
que en el lago del alma había entrado
la noche que pasé con tanta angustia…”                                       

Y esas son apenas unas horas de los veinte años que vivimos junto a el loco. Pero cuando venía la calma, parecía que volvíamos a vivir, volvíamos a sonreír a pesar de todo aunque el humor o el ánimo habían desaparecido por completo. Estos volvieron unos años después y ahora me parece mentira, luego de mucha ayuda profesional, porque si bien los doctores siempre ayudan a los enfermos, conseguimos quienes colaboraban con nosotras así como pocas amistades  que estuvieron en nuestro camino e iluminaron nuestro entorno y algunos pocos familiares que colaboraron no con tanto compromiso pero que por saber o querer saber algo de lo que vivíamos escuchaban relatos cotidianos  para no sucumbir ante la catástrofe de tener que vivir de cerca la esquizofrenia.
Sabíamos que con nuestros hermanos no podíamos contar, que ajenos a este infierno no vendrían a rescatarnos jamás. Ellos tenían otra vida muy diferente a la nuestra.

Era evidente que sin la ayuda de otros ,solas no podríamos con mi madre, de vencer esta lucha. Recuerdo que por esos años murió mi padre. El único héroe que nos hizo mucha falta. El escudo defensor de nuestras vidas se había ido para no regresar más físicamente. Pero el viejo siempre nos ayudó desde donde estuviera. Sentíamos esa energía entre nosotras.

 Por eso, mientras él dormía bajo el efecto de medicamentos , dejaba que no me aturdieran los demonios escuchando cuando me decían que tuviera valor de ponerle fin a la situación del modo que todos imaginan para dejar que surgieran otros caminos ,otros atajos de donde aferrarnos para no usar el método más simple de terminar con su vida. Y aunque no lo crean fueron muchas noches pensando en cómo terminar con esa locura.
Esa hubiera sido una forma fácil pero que me  hubiese llenado de culpa el resto de mi vida. Porque vivir con culpa es vivir con cadena perpetua, era condenarnos a vivir victimizándonos por la vida que nos tocó vivir .
No quería para mi madre y yo.  Siempre existía un duende que me llenaba el alma de buenos sentimientos, me hacía aflojar el arma homicida por una herramienta  espiritual para encontrarle la solución. Siempre volvía a creer en Dios.

Ni idea del tiempo que nos llevaría esta lucha, pero ambas comenzamos un plan de lucha que era como un abanico enorme y duro de cargar .
A ciegas, sin rumbo fuimos tocando puertas, pidiendo ayuda, consejos.
Y si bien todo proyecto fracasaba, jamás dejamos de buscar la salida. Cada vez que tomábamos una decisión para mejorar al enfermo nos preguntábamos si iba a ser la mejor. Sabíamos que leyendo e investigando seríamos más fuertes. Y sobre todo nunca dejamos de hacer proyectos con toda la fuerza de nuestros sueños ,porque éstos sueños nos brindaban objetivos y estos objetivos nos daban valor y esto nos llevaría a futuro a soñar con tener una vida mejor. Una vida sin un equipaje tan pesado.

No hay comentarios:

Publicar un comentario