Art.354
Esquizofrenia:
Demonios y Duendes
Los duendes
odian los gritos, las amenazas, los golpes y las mentiras, podemos intentar
atraerlos con música tranquila, todo lo contrario que se vivía en casa. Solía a
kilómetros de distancia escucharse la música fuerte y estridente que por horas
sonaba en el equipo de música . Y a olvidarse
del reloj. Nunca pude saber si eran minutos u horas, si era de día o de noche.
Por eso en mi casa no había duendes, porque el loco
gritaba tanto que ellos no aparecían para ayudarme. Los que habitaban en casa
eran familiares de sangre, esos que uno daría todo .Y a un descuido de la vida se fueron alejando despacio, con la
promesa de volver…sin darnos cuenta que jamás volverían a rescatarnos o a
salvarnos de semejante odisea.
Los demonios, extraños seres irreconocibles y que
jamás vimos pero si los sentimos se encargaron de desalojar la casa para tener
libre albedrío y colaborar en aterrorizar a cuanto ser quedara con alguna
minúscula parte de razón .Yo era bastante chica pero aun lo recuerdo. Creo que
estas cosas nunca se olvidan. Casi forman ya una especie de leyenda, un mal
sueño o una pesadilla. Es mas me cuesta dolor escribir estas líneas porque al
hacerlo debo obligar a mi memoria recordar. Y eso duele hasta hoy.
Como dice la obra de Dante sabía que:
en una selva oscura me encontraba
porque mi ruta había extraviado…”
Si, no sabía ni para dónde ir ,ni volver. Estaba perdida.
Los demonios que a medida que las sombras de la noche se acercaban éstos
parecían ocupar toda la casa aunque estuvieran dentro de la cabeza de mi
hermano solamente, pero que al ser tan insoportables él los exteriorizaba hacia
afuera con una agresividad que nos hacía erizar la piel. Y no solamente
eso, la agresividad y la furia eran sus
deportes favoritos.
Nos apoderaba el miedo, el terror que bajo síntomas
como las palpitaciones, resequedad en la boca no conseguíamos conciliar el
sueño ,ni queríamos tampoco hacerlo por miedo que la bestia nos atacara.
Y en esas horas que uno ve todo negro, recordábamos
con mi madre un poco de literatura, de cosas que habíamos leído antes, cuando
todo era diferente. Me vino a la mente la Divina Comedia donde alguien se
pierde en el infierno. Me parecía que yo interpretaba ese papel. Lástima que no
tenía a Virgilio para que me guiara por el Infierno. Y mientras nos guarecíamos
en algunas de las habitaciones de la casa, nunca dejaba que la locura de la
esquizofrenia intentara entrar en mi cerebro, leía y nunca paraba hasta que el episodio de
crisis que le venía a nuestro enfermo amainara un poco. Cuando sucedía eso,
cuando el espiral de violencia bajaba, era entonces que una fuerza inexplicable
se apoderaba de mi y lograba alcanzar la cocina donde tenía unas pastillas
mágicas ,unos remedios que me había dado un médico ,que si lograba dárselas el
pobre muchacho comenzaba a humanizarse y lentamente después de muchas horas se
dirigía a su dormitorio a dormir. No sé si descansaba, nunca supe si sus sueños
eran tranquilos. Sólo se sentía una respiración agitada. Verlo dormir me
templaba el alma. Creía que al despertar iba a ser todo diferente. Pero día
tras día me daba cuenta que no. Todo era igual. Y ahí surgían mis propios
demonios. Pensaba que si me animaba a realizar la estocada final mientras
dormía quedaríamos libres de semejante fatalidad. Pero siempre me ganaba la
razón y no me animaba a darle el fin como en las películas.
Y al leer lo párrafos de la novela me identificaba con
algunas estrofas…
“…¡Cuán dura
cosa es decir cuál era
esta salvaje
selva, áspera y fuerte
que me
vuelve el temor al pensamiento! …”
“… Entonces
se calmó aquel miedo un poco,
que en el
lago del alma había entrado
la noche que
pasé con tanta angustia…”
Y esas son
apenas unas horas de los veinte años que vivimos junto a el loco. Pero cuando
venía la calma, parecía que volvíamos a vivir, volvíamos a sonreír a pesar de
todo aunque el humor o el ánimo habían desaparecido por completo. Estos
volvieron unos años después y ahora me parece mentira, luego de mucha ayuda
profesional, porque si bien los doctores siempre ayudan a los enfermos,
conseguimos quienes colaboraban con nosotras así como pocas amistades que estuvieron en nuestro camino e iluminaron
nuestro entorno y algunos pocos familiares que colaboraron no con tanto
compromiso pero que por saber o querer saber algo de lo que vivíamos escuchaban
relatos cotidianos para no sucumbir ante
la catástrofe de tener que vivir de cerca la esquizofrenia.
Sabíamos que
con nuestros hermanos no podíamos contar, que ajenos a este infierno no
vendrían a rescatarnos jamás. Ellos tenían otra vida muy diferente a la
nuestra.
Era evidente
que sin la ayuda de otros ,solas no podríamos con mi madre, de vencer esta
lucha. Recuerdo que por esos años murió mi padre. El único héroe que nos hizo
mucha falta. El escudo defensor de nuestras vidas se había ido para no regresar
más físicamente. Pero el viejo siempre nos ayudó desde donde estuviera.
Sentíamos esa energía entre nosotras.
Por eso, mientras él dormía bajo el efecto de
medicamentos , dejaba que no me aturdieran los demonios escuchando cuando me
decían que tuviera valor de ponerle fin a la situación del modo que todos
imaginan para dejar que surgieran otros caminos ,otros atajos de donde
aferrarnos para no usar el método más simple de terminar con su vida. Y aunque
no lo crean fueron muchas noches pensando en cómo terminar con esa locura.
Esa hubiera
sido una forma fácil pero que me hubiese
llenado de culpa el resto de mi vida. Porque vivir con culpa es vivir con
cadena perpetua, era condenarnos a vivir victimizándonos por la vida que nos
tocó vivir .
No quería para
mi madre y yo. Siempre existía un duende
que me llenaba el alma de buenos sentimientos, me hacía aflojar el arma homicida
por una herramienta espiritual para
encontrarle la solución. Siempre volvía a creer en Dios.
Ni idea del
tiempo que nos llevaría esta lucha, pero ambas comenzamos un plan de lucha que
era como un abanico enorme y duro de cargar .
A ciegas, sin
rumbo fuimos tocando puertas, pidiendo ayuda, consejos.
Y si bien
todo proyecto fracasaba, jamás dejamos de buscar la salida. Cada vez que
tomábamos una decisión para mejorar al enfermo nos preguntábamos si iba a ser
la mejor. Sabíamos que leyendo e investigando seríamos más fuertes. Y sobre
todo nunca dejamos de hacer proyectos con toda la fuerza de nuestros sueños
,porque éstos sueños nos brindaban objetivos y estos objetivos nos daban valor
y esto nos llevaría a futuro a soñar con tener una vida mejor. Una vida sin un
equipaje tan pesado.