La felicidad es el estado
que todos anhelamos, deseamos, buscamos, pero que no siempre entrenamos
lo suficiente. Nos excusamos con que vivimos rodeados de estrés,
problemas e incertidumbre que nos nubla e impide disfrutar del momento.
Pero esas variables también existen en la vida de otras personas que sí
disfrutan más de la vida. La diferencia está en cómo interpretan el
entorno. Todos queremos ser felices, y para ello nada más fácil, que
copiar lo que sabemos que sí da la felicidad. Si todo el mundo
reaccionara en el tráfico como lo hace el señor que canta en el anuncio
del Toyota Auris en
medio del caos circulatorio de la India, cantando tranquilamente y
sintiéndose relajado, todos seríamos más felices. ¿Por qué él canta
mientras que tú tocarías el claxon hasta la extenuación?
Hay
personas más felices que otras, que disfrutan más de la vida y sacan
jugo a pequeños detalles. Personas que no tienen más que los demás, ni
poseen una casa enorme, ni un sueldo de millonario, ni un coche
espectacular. Lo que sí se sabe es que tienen un ritmo de vida distinto,
le dan un valor diferente a lo que les sucede en sus vidas y disfrutan
con lo que otros ni siquiera perciben.
¿DÓNDE ESTÁ EL ÉXITO?
Las personas felices saben que el éxito es la consecuencia de vivir de
forma coherente, de disfrutar de los valores y de las relaciones
sociales, en lugar de la medalla a tus resultados. Ya quisiéramos que
los resultados siempre fueran directamente proporcionales a nuestra
entrega y dedicación. Pero no siempre es así. Las personas felices
valoran su trabajo y lo que hacen en el presente sin esperar que su
aportación tenga un resultado determinado. Disfrutan de su propia
actividad, no de lo que les reporta. Disfrutan jugando a fútbol,
escribiendo, contestando un correo o atendiendo un cliente. Si el
cliente deja propina o no, no depende de ellos. Pero el trato con el
cliente lo convierten en algo especial. En estos casos es más fácil que
te den propina, pero no era el objetivo que buscaba el camarero. EL
reconocimiento llega por el buen hacer, pero el buen hacer nace de
dentro, del disfrute de la profesión, de estar pendiente de lo que tiene
que hacer y no de lo que puede esperar del cliente. El éxito está
asociado a la felicidad, pero solo como la consecuencia de lo que
vivimos y de cómo sentimos.
VIVE EL PRESENTE
Otro ingrediente en la receta de la felicidad es la capacidad para estar
presente y disfrutar del momento. Se trata de no gastar tanta energía
pensando en los errores y éxitos del pasado, ni en lo que te deparará el
futuro. Vive los detalles y pon los sentidos en lo que haces. No es
difícil, solo es cuestión de entrenamiento. Percibir, sentir, oler,
tocar, degustar y poner la atención en lo que sucede a tu alrededor.
Elige tres momentos al día en los que pondrás en práctica "estar
presente". Aíslate de distractores como el teléfono y dirige tu foco de
atención, a través de los ojos y la escucha a la persona que está
contigo, saborea al café que estás bebiendo, vive la película que estás
viendo y trata de recrearte en esta situación.
PRESTA AYUDA
Las personas que se implican en labores humanitarias o que ayudan de
alguna manera a los demás, se sienten bien consigo mismas. El altruismo y
la cooperación es una fuente de bienestar. Es imposible hacer un acto
de generosidad sin sentirte bien contigo mismo. Ayudar a los más
desfavorecidos te permite tener otra perspectiva, incluso valorar más lo
que tienes y lo que eres. Cuando consigues que alguien mejore su
bienestar, inmediatamente repercute en el tuyo.
VIVE MÁS Y COMPRA MENOS
Muchas personas tratan de comprar su bienestar. Un trapito nuevo, un
reloj, los zapatos que están de moda. Se ponen cosas encima que les
definen como personas. Pero este estado de felicidad dura segundos,
minutos, o puede que días. Y por más que compran, al día siguiente no
consiguen disfrutar de ellos mismos. Son las experiencias con nosotros
mismos y con los demás las que de verdad alimentan nuestro bienestar. La
felicidad está en las vivencias.
CUIDA A LAS PERSONAS
Trata a las personas como si no fueras a verlas mañana. Imagina que no
tienes la oportunidad de pedir perdón, así serás más cuidadoso con lo
que dices y cómo lo dices. Nos confiamos con que a los que hoy queremos y
que nos quieren, lo seguirán haciendo toda la vida. Y ese abuso de
confianza nos relaja en las formas. Cada vez que le hablas mal a
alguien, le levantas la voz o das una contestación impropia, te sientes
mal, triste y mala persona. Cuida tus formas. Hay personas a las que no
les dio tiempo a pedir perdón, personas que el orgullo les puede, y a
pesar de consumirse por dentro, son incapaces de dar ese paso que les
daría la paz y la felicidad.
PRIORIZA Y ACTÚA
Cuando sea mayor, cuando me jubile, cuando me relaje, cuando los niños
crezcan..., todo el día pensando lo que harás en el futuro cuando tengas
tiempo. Para ser feliz tienes que atender tus necesidades y definirlas
como prioridades. Hazles hueco. Los hijos, el trabajo, tu pareja, los
amigos, todos son importantes, pero tú también lo eres. Si no encuentras
un momento para ti y lo disfrutas, seguramente el tiempo que entregues a
los demás tampoco tendrá la misma calidad. Porque cuando no estás
satisfecho y percibes que tienes más obligaciones que disfrute, la
apatía, la falta de motivación y la tristeza conviven contigo.
HABLA DE LO QUE FUNCIONA
Las personas felices se centran más en hablar sobre las experiencias que
disfrutan, los amigos con los que se llevan bien, lo rápido que avanzan
en su enfermedad, el premio que le dieron a un conocido o lo mucho que
están disfrutando de un nuevo curso al que se han apuntado. Las personas
desdichadas hacen todo lo contrario, hablar de lo que va mal: lo que no
funciona, la crisis, una nueva dolencia, los problemas que tienen de
pareja, etc.
Contar con la opinión de otras personas para
ayudarnos a solucionar problemas es genial. Porque además, suelen
ofrecerte otro punto de vista que tú no tienes. Pero no plantees el
problema como algo horrible y contagies tu malhumor a los demás. Habla
con madurez, contando qué te pasa, sin dramatismo, y pidiendo la opinión
sincera de los demás. Y no conviertas tus desgracias en el monotema de
tus reuniones de amigos.
Revisa tus creencias sobre lo que te hace
feliz y lo que no te hace. Suelta lastre. Abandona objetivos absurdos,
como querer meterte con 40 años en la talla 34, aparentar estar siempre
joven o creer que eres feliz porque llevas el bolso a la última. Ese
tipo de objetivos te ahogan y te someten a unos niveles de ansiedad
incomprensibles.
Recuerda también que no son los demás los
responsables de tu felicidad, que no te sentirás mejor cuando te llamen o
cuando fulanito te mande ese mensaje. Esto ayuda, pero tienes que
conseguir buscar la felicidad en lo que depende de ti.
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