Amar/amarse diferente para no naufragar
Ambos
casos nos hablan de lo mismo, de cómo nos aferramos a los objetos, que
pueden ser cosas, personas, ideas, representaciones... En una situación
desesperada uno se aferra a lo que puede/tiene. En estos dos casos, los
náufragos se agarran a la realidad a través de sus objetos, como sus
últimos reductos para no caer en la locura. Se sujetan al mundo
agarrándose a los objetos y tomándolos como referencia, mirándose en
ellos "saben quienes son" y no se despersonalizan de la realidad. Y en
ese momento el reloj/la pelota se convierten por transitividad en su
única realidad. Si tira el reloj, osea si renuncia a esa realidad,
aparece el vacío.
Fue esto lo que nos llevó a hablar del ejemplo de la persona maltratada del escrito anterior, y de lo difícil que es renunciar a "nuestras realidades".
La realidad del ser humano no es otra cosa que el imaginario de lo que hay, o más fácil, de como nos imaginamos la realidad (porque a lo real no
podemos acceder). Este imaginario lo construimos con el imaginario que
nos transmite el Otro primordial, es decir, vamos a introyectar la
realidad que nos transmiten nuestros padres o las figuras que cumplan
esas funciones. Como en el amor, la persona se vuelve crédula a esto que
se le transmite. ¿Locura? Justamente lo contrario, gracias a esto el
sujeto se convierte en sujeto, se agarra al mundo (como el náufrago al
reloj/pelota). El psicótico no se puede agarrar igual, está
desorganizado, también se aferra al mundo como puede, pero lo que hace
es un "como si", trata de hacer las cosas que hace el sujeto que se
considera normal, trabajar, casarse, comprarse un piso, etc.., pero es
un "como si" fuera normal, como si fuera como los demás. Una película
que explica bien esto es: "Melancholia" de
Lars von Trier (un director que nos deja muy buenas películas para
pensarlas desde el psicoanálisis). Y uno de los buenos explicantes de
esta película desde el psicoanálisis es el profesor Jesús González Requena.
Cuando asumimos esa realidad nos construimos en base a ella, en
base porque es la base de nuestros cimientos y la única realidad que
conocemos. ¿Qué pasa cuando la realidad es perjudicial o muy perjudicial
para el sujeto? ¿Que la cambia por otra menos dañina? No, porque no
existe. Es decir, no podemos pensar en si viviríamos mejor en la Tierra
que en un planeta que aún no se ha descubierto, porque no existe, y más
difícil aún, porque el planeta no existente por lo menos está en
nuestro imaginario, pero otra realidad no está, porque no es real. Se
escapa de nuestro imaginario como si fuese el mecanismo de forclusión de
la psicosis.
Por eso, cuando vemos realidades, vamos a llamarlas jodidas, nos
sorprende que la persona no puede dejar de repetirlas, no puede, porque
no hay otra. La persona maltratada de la que tanto hemos hablado
últimamente sólo conoce ser querida/deseada de esa manera, y sino no
sabe quien es, por eso no puede renunciar, porque no tiene nada para
hacer el cambio, su maltrato es el reloj del náufrago. Después de la renuncia le espera el vacío, la angustia, como si fuese el síndrome de abstinencia del drogadicto.
Hace años, y al hilo del mar y de los naufragios escuché al
psicoanalista Alfonso Gómez Prieto decir que el psicoanalista era como
un faro que alumbraba a un barco que se había perdido (a una persona con
depresión), qué bien le hubiera venido a nuestro náufrago un faro. Y es
que el náufrago sólo tenía el reloj, pero la persona maltratada,
como el neurótico habitual sí tiene la posibilidad de alumbrarse con el
faro que le propone su análisis. es ahí donde se puede cambiar esa
realidad cimentada, cuando, "en transferencia", la repetición falla,
es decir, cuando la persona maltratada intenta por todos los medios que
el analista le maltrate y esto no ocurre, cuando la/el histérico
intenta seducirle y no puede, cuando el obsesivo intenta derrocarle y no
puede, etc.., cuando falla la repetición y la persona entiende que se
puede vincular de otra manera, que le pueden querer de otra manera. Ahí,
aparece UN NUEVO MUNDO, de significantes, osea una nueva
realidad que ahora sí existe. Una nueva manera de querer/quererse, y es
que el problema siempre fue un problema de amor.
Luis Martínez de Prado.
Psicólogo - Psicoanalista.
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